- Martes, 6 de diciembre de 2016
La investigación, liderada por un licenciado en Biotecnología que eligió Mendoza para vivir, advierte que algunos tipos usan sus recursos para crecer por lo que su sistema inmune queda debilitado. Por ello emiten aromas que atraen a predadores de las plagas que las amenazan.
Verónica De Vita - vdevita@losandes.com.ar
Una investigación de origen mendocino
logró demostrar que algunas especies de plantas a través de sus flores
emiten aromas para atraer a los predadores de los insectos que las
amenazan.
Es como un sistema “inteligente” utilizado por algunas plantas que han usado sus recursos para ganar altura y obtener la luz del sol, en definitiva ganarse un lugar frente a sus vecinas.
Tal esfuerzo deja su sistema inmune debilitado por lo que deben obtener protección de un agente externo. Así, aprovechan los recursos que les quedan para atraer mediante el aroma algún insecto que “se encargue” o en su defecto espante a otro que pueda ser una amenaza para ella.
“Uno piensa que las plantas son medio bobas, pero en algunos aspectos son más inteligentes que nosotros”, aseguró con humor el investigador Leandro Cortés (33) quien llevó a cabo el estudio como parte de su tesis de doctorado.
Este licenciado en Biotecnología y Biología Molecular es becario del Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM), del Conicet, desde donde desarrolló el abordaje que también debió trasladar a otros espacios.
Parte de la investigación la realizó en el Ifeba, Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculadas a la Agricultura del Conicet en Buenos Aires. En otra instancia se trasladó a Honduras donde hay más disponibilidad de recursos para este tipo de investigaciones.
La aplicación que tiene el descubrimiento es un paso más hacia el control biológico, algo que según dijo no está desarrollado en Argentina, donde hay investigaciones al respecto, pero no empresas interesadas en llevarlo al mercado.
Esto consiste en utilizar un agente biológico para controlar un plaga en vez de usar un pesticida, se procura la presencia de un enemigo natural de la plaga. Por ello, saber que la misma planta cuenta con mecanismos que apuntan en este mismo sentido es un gran avance.
Contó que en Europa hay mucha más cultura al respecto.
Mendocino por adopción
Leandro nació en Capital Federal, pero se enamoró de Mendoza en un viaje de vacaciones. Por ello, decidió que lo que quería era vivir en esta provincia y así lo hace desde enero de 2010.
Aquí tiene radicado su domicilio y se estableció con su esposa; también nació aquí su hija.
“Bernardita es mendocina, habla con el artículo delante del nombre y pronuncia bien la ‘y’, no como los porteños”, cuenta con simpatía.
Para lograr su objetivo y como tenía que hacer su tesis de doctorado se contactó con el doctor Hernán Boccalandro (del IBAM) quien fue su primer director, hasta que falleció en un accidente.
Con él comenzaron la investigación a mediados de 2010 casi por casualidad.
“Un día estaba en el invernáculo, donde había un grupo de plantas salvajes y otro mutante (un tipo de tallo largo que busca del sol).
Cuando estaba trabajando sentí que en cada grupo de plantas había un olor característico y diferente (...). Empezamos a investigar y supimos que las plantas rodeadas de vecinas tienen un comportamiento diferente, investigamos las defensas que tienen y pudimos colectar los aromas”, relató.
Explicó que ya se sabía que algunas plantas que están rodeadas de vecinas buscan ganar en altura para evitar la sombra. En ese proceso usan sus recursos por lo que sus defensas quedan atenuadas. Pero hay plantas que carecen del fitocromo B, por lo que crece como si estuviera siempre rodeada de vecinas.
Lo que hicieron es conectar la señalización lumínica (ya descubierta) con una señalización química. Su investigación está hecha en tomate, se usaron dos genotipos, una variedad salvaje y otro fitocromo B. Encontraron unos 90 compuestos liberados por ambas plantas, pero en diferentes niveles en cada variedad.
El investigador explicó que las plantas con mejores defensas tienen hojas más duras, pelitos (que le hacen mal al insecto que las come), tienen ceras y enzimas que le dificultan la digestión, entonces come un poco y la deja. Al contrario, la que tiene menos defensas le cae bien y por eso la prefiere. La planta con defensas atenuadas si es atacada liberará determinados aromas.
En definitiva, “es una adaptación que hizo la planta, ‘no puedo invertir en defensas porque las usé para crecer’, entonces emiten compuestos para que las defiendan los predadores; es como que llaman al 911”, explicó Leandro.
Lo novedoso -según detalló- es que “el predador elegía por igual las plantas que no estaban infectadas, pero cuando se le daba a elegir las que estaban siendo atacadas el bicho prefería la mutante de fitocromo B (las atacadas por la plaga con las defensas disminuidas)”.
Este modelo puede ser extensible y potencialmente aplicable a otras especies. “Habrá que hacer un estudio para verificar si otras se comportan de la misma manera”, dijo y supuso de ante mano que probablemente lo harán las hortalizas y solanáceas (papa, pimiento, tomate, berenjenas).
Finalmente su director fue Carlos Ballaré del Ifeba. La investigación llegó a la revista especializada New Phytologist, transformándose ésta en la primera publicación internacional de Cortés.
Es como un sistema “inteligente” utilizado por algunas plantas que han usado sus recursos para ganar altura y obtener la luz del sol, en definitiva ganarse un lugar frente a sus vecinas.
Tal esfuerzo deja su sistema inmune debilitado por lo que deben obtener protección de un agente externo. Así, aprovechan los recursos que les quedan para atraer mediante el aroma algún insecto que “se encargue” o en su defecto espante a otro que pueda ser una amenaza para ella.
“Uno piensa que las plantas son medio bobas, pero en algunos aspectos son más inteligentes que nosotros”, aseguró con humor el investigador Leandro Cortés (33) quien llevó a cabo el estudio como parte de su tesis de doctorado.
Este licenciado en Biotecnología y Biología Molecular es becario del Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM), del Conicet, desde donde desarrolló el abordaje que también debió trasladar a otros espacios.
Parte de la investigación la realizó en el Ifeba, Instituto de Investigaciones Fisiológicas y Ecológicas vinculadas a la Agricultura del Conicet en Buenos Aires. En otra instancia se trasladó a Honduras donde hay más disponibilidad de recursos para este tipo de investigaciones.
La aplicación que tiene el descubrimiento es un paso más hacia el control biológico, algo que según dijo no está desarrollado en Argentina, donde hay investigaciones al respecto, pero no empresas interesadas en llevarlo al mercado.
Esto consiste en utilizar un agente biológico para controlar un plaga en vez de usar un pesticida, se procura la presencia de un enemigo natural de la plaga. Por ello, saber que la misma planta cuenta con mecanismos que apuntan en este mismo sentido es un gran avance.
Contó que en Europa hay mucha más cultura al respecto.
Mendocino por adopción
Leandro nació en Capital Federal, pero se enamoró de Mendoza en un viaje de vacaciones. Por ello, decidió que lo que quería era vivir en esta provincia y así lo hace desde enero de 2010.
Aquí tiene radicado su domicilio y se estableció con su esposa; también nació aquí su hija.
“Bernardita es mendocina, habla con el artículo delante del nombre y pronuncia bien la ‘y’, no como los porteños”, cuenta con simpatía.
Para lograr su objetivo y como tenía que hacer su tesis de doctorado se contactó con el doctor Hernán Boccalandro (del IBAM) quien fue su primer director, hasta que falleció en un accidente.
Con él comenzaron la investigación a mediados de 2010 casi por casualidad.
“Un día estaba en el invernáculo, donde había un grupo de plantas salvajes y otro mutante (un tipo de tallo largo que busca del sol).
Cuando estaba trabajando sentí que en cada grupo de plantas había un olor característico y diferente (...). Empezamos a investigar y supimos que las plantas rodeadas de vecinas tienen un comportamiento diferente, investigamos las defensas que tienen y pudimos colectar los aromas”, relató.
Explicó que ya se sabía que algunas plantas que están rodeadas de vecinas buscan ganar en altura para evitar la sombra. En ese proceso usan sus recursos por lo que sus defensas quedan atenuadas. Pero hay plantas que carecen del fitocromo B, por lo que crece como si estuviera siempre rodeada de vecinas.
Lo que hicieron es conectar la señalización lumínica (ya descubierta) con una señalización química. Su investigación está hecha en tomate, se usaron dos genotipos, una variedad salvaje y otro fitocromo B. Encontraron unos 90 compuestos liberados por ambas plantas, pero en diferentes niveles en cada variedad.
El investigador explicó que las plantas con mejores defensas tienen hojas más duras, pelitos (que le hacen mal al insecto que las come), tienen ceras y enzimas que le dificultan la digestión, entonces come un poco y la deja. Al contrario, la que tiene menos defensas le cae bien y por eso la prefiere. La planta con defensas atenuadas si es atacada liberará determinados aromas.
En definitiva, “es una adaptación que hizo la planta, ‘no puedo invertir en defensas porque las usé para crecer’, entonces emiten compuestos para que las defiendan los predadores; es como que llaman al 911”, explicó Leandro.
Lo novedoso -según detalló- es que “el predador elegía por igual las plantas que no estaban infectadas, pero cuando se le daba a elegir las que estaban siendo atacadas el bicho prefería la mutante de fitocromo B (las atacadas por la plaga con las defensas disminuidas)”.
Este modelo puede ser extensible y potencialmente aplicable a otras especies. “Habrá que hacer un estudio para verificar si otras se comportan de la misma manera”, dijo y supuso de ante mano que probablemente lo harán las hortalizas y solanáceas (papa, pimiento, tomate, berenjenas).
Finalmente su director fue Carlos Ballaré del Ifeba. La investigación llegó a la revista especializada New Phytologist, transformándose ésta en la primera publicación internacional de Cortés.
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