Folha de S. Paulo – Índios venezuelanos em Boa Vista sofrem com superlotação e crack
Sem interiorização, dezenas de waraos dormem em praça e enfrentam dificuldade para sobreviver
Do lado de dentro, 670 indígenas venezuelanos enfileiram as redes para caber no abrigo Pintolândia, em Boa Vista, com capacidade para 448 pessoas. Na praça vizinha, dezenas de outros dormem ao relento em meio a paredes pichadas com a sigla da facção criminosa Primeiro Comando da Capital.
Excluídos da interiorização, que leva imigrantes para outras cidades do Brasil, os waraos e, mais recentemente, os enhepás ainda não têm um projeto específico de integração.
“Todos os dias chegam mais e temos de dizer 'não'. Estamos com a situação tensa”, afirma Vânia dos Santos, a Clara, coordenadora do abrigo por meio de um convênio com a sua organização, a Fraternidade Internacional.
Clara explica que a superlotação tem aumentado os casos de violência, alcoolismo e uso de drogas entre os waraos, a maior etnia. Traficantes conseguiram introduzir o crack —recentemente, uma criança de 12 anos foi flagrada fumando.
“Eles começaram dando a droga aos meninos, depois passaram a pedir dinheiro”, afirma a liderança Warao Jesus Gonzalez, 50, que pede a realocação para perto de um rio ou a abertura de um novo abrigo para resolver a superlotação.
Clara diz que o artesanato é a melhor forma de inserção social e que 30 mulheres já se dedicam à atividade, mas há dificuldades para conseguir a fibra de buriti. Na fronteira, o Exército e a Receita Federal apreendem o artesanato e a matéria–prima dos waraos —em uma região onde o contrabando de gasolina venezuelana é tão disseminado que sequer há um posto de combustível em Pacaraima (RR).
Além disso, o buriti é uma árvore protegida em Roraima. A solução tem sido trazer a fibra do Maranhão, mas os waraos afirmam que a qualidade é inferior.
“A integração dessas pessoas é um pouco mais difícil. Estamos trabalhando com o governo para buscar alternativas a médio e longo prazo”, diz Pablo Mattos, chefe do escritório de Boa Vista da Acnur, a agência para refugiados da ONU.
Mais recentes e em menor número, os 59 enhepás abrigados em Boa Vista são de uma região de savanas e montanhas no centro da Venezuela, distante dos waraos. Além da escassez, relatam ter sido ameaçados por garimpeiros de ouro.
“Está perigoso”, diz Jesús Britos, 28, em espanhol precário. Ele chegou com a mulher e um filho de sete meses. Para pagar a viagem, vendeu arcos e flechas pelo caminho.
“Vim para ver como está o refúgio. Agora, quero trazer a minha sogra e o meu outro filho, de 4 anos”, diz. “A Venezuela não tem força, não tem comida, não tem remédio.”
Vivir en centros urbanos sin ocultar su ascendencia y sus propias referencias sigue siendo una lucha para más de 315 mil indígenas en Brasil, según datos del último censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). La cifra representa el 49% de toda la población indígena del país –cuya cultura es celebrada cada año el 19 de abril, Día del Indígena en el país–.
“Los prejuicios y la discriminación siguen siendo fuertes. Los indígenas que viven en las grandes ciudades son los que realmente se enfrentan a esas situaciones constantemente en su vida cotidiana”, dice Eliandro Pedro de Sousa, del pueblo Wapixana, quien es presidente de la Organización de los Indios de la Ciudad, con sede en Boa Vista, estado de Roraima.
De todas las ciudades de Brasil, São Paulo es la que tiene la población indígena más grande, con cerca de 12 mil habitantes; seguida de São Gabriel da Cachoeira, en Amazonas, con poco más de 11 mil; y Salvador, en Bahia, con más de 7,5 mil.
La antropóloga Lúcia Helena Rangel, de la Universidad Católica de São Paulo, señala que los indígenas han estado presentes en las principales ciudades desde los tiempos de la colonización, aunque en décadas pasadas la ciudad era un espacio prohibido.
“Ellos se mudaban a las ciudades y no decían que eran indígenas. Ocultaban su origen y sus referencias culturales, por así decirlo”. El miedo a la discriminación y las represalias por parte del antiguo Servicio de Protección al Indígena (SPI) les impedían presentarse como tales.
En los años 50, en medio del desarrollo industrial, la migración hacia las ciudades se intensificó. Los que vivían en el campo seguían en busca de empleo en las fábricas y no era diferente con los indígenas, cuenta la profesora.
Incluso la Fundación Nacional del Indígena (Funai), cuya misión es promover los derechos de los indígenas brasileños, se enfrenta a prejuicios y es consciente de la situación de los indígenas que viven en las ciudades, comenta Riley Mendes, coordinador regional de Funai Roraima.
Amazonia
Hace mucho la selva amazónica dejó de ser el hogar de miles de indígenas. La escasez de alimentos, la deforestación y el avance de las ciudades hacia regiones anteriormente boscosas son algunos de los factores que llevaron a los miembros de los pueblos tradicionales a migrar a zonas urbanas.
En Manaus, capital de Amazonas, los indígenas están por toda parte. La Fundación Departamental del Indígena estima que entre 15 y 20 mil indígenas de diversos grupos étnicos viven en zonas urbanas de todo el estado. “Creo que el 90% de los barrios de Manaus albergan a indígenas”, informó Raymond Atroari, presidente de la fundación.
Aunque buscan mejores condiciones de vida en la ciudad, la mayoría de los indígenas vive en la miseria y tienen dificultades para encontrar trabajo. Su principal fuente de ingresos proviene de la venta de artesanías. “Las comunidades suelen estar ubicadas en áreas de riesgo. Nunca es un buen lugar”, dijo el jefe indígena Moisés Sateré, líder de una comunidad en el barrio de Paz, en el oeste de Manaus, hogar de 14 familias.
Salud
Sateré también se queja del difícil acceso a servicios públicos de salud. “A veces no logramos ser atendidos porque muchos profesionales no son conscientes de nuestra realidad y tienen prejuicios sobre nosotros. Cuando se dan cuenta de que pertenecemos a algún pueblo, dicen medio en broma que tenemos que ir a la aldea para ser atendidos o buscar a Casai [Casa de Salud Indígena]. Nos mangonean” dijo el líder indígena.
De acuerdo Ronaldo Barros, de la etnia maraguá, presidente del Consejo Distrital de Salud Indígena (Condisi) de Manaus, las políticas de salud pública están dirigidas a los indígenas que viven en las aldeas. Los que viven en las ciudades se enfrentan a los mismos problemas que el resto de la población. “Ellos compiten por los mismos puestos de trabajo y vías de acceso a servicios de salud que los no indígenas en las zonas urbanas.”
Resistencia
En la opinión del padre Roberto Marie de Zalicourt, del Consejo Indigenista Misionero de Amazonas, si quieren preservar sus propias referencias en la ciudad, los indígenas tienen que unirse. “Hay familias indígenas en todos los barrios de Manaus, pero no son reconocidas, por lo que tienden a perder su propia cultura. Sin embargo, pueden conservar sus rasgos particulares cuando están unidos y organizados.”
Traducción: Lucas Magdiel
Fonte: Indígenas en ciudades brasileñas se enfrentan a la pobreza y al prejuicio
Indígenas en ciudades brasileñas se enfrentan a la pobreza y al prejuicio
La ciudad brasileña con la mayor población indígena es São Paulo
Publicado en 21/04/2017 - 11:09
Por Bianca Paiva y Maíra Heinen Manaus y Roraima
Por Bianca Paiva y Maíra Heinen Manaus y Roraima
Vivir en centros urbanos sin ocultar su ascendencia y sus propias referencias sigue siendo una lucha para más de 315 mil indígenas en Brasil, según datos del último censo del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). La cifra representa el 49% de toda la población indígena del país –cuya cultura es celebrada cada año el 19 de abril, Día del Indígena en el país–.
“Los prejuicios y la discriminación siguen siendo fuertes. Los indígenas que viven en las grandes ciudades son los que realmente se enfrentan a esas situaciones constantemente en su vida cotidiana”, dice Eliandro Pedro de Sousa, del pueblo Wapixana, quien es presidente de la Organización de los Indios de la Ciudad, con sede en Boa Vista, estado de Roraima.
De todas las ciudades de Brasil, São Paulo es la que tiene la población indígena más grande, con cerca de 12 mil habitantes; seguida de São Gabriel da Cachoeira, en Amazonas, con poco más de 11 mil; y Salvador, en Bahia, con más de 7,5 mil.
La antropóloga Lúcia Helena Rangel, de la Universidad Católica de São Paulo, señala que los indígenas han estado presentes en las principales ciudades desde los tiempos de la colonización, aunque en décadas pasadas la ciudad era un espacio prohibido.
“Ellos se mudaban a las ciudades y no decían que eran indígenas. Ocultaban su origen y sus referencias culturales, por así decirlo”. El miedo a la discriminación y las represalias por parte del antiguo Servicio de Protección al Indígena (SPI) les impedían presentarse como tales.
En los años 50, en medio del desarrollo industrial, la migración hacia las ciudades se intensificó. Los que vivían en el campo seguían en busca de empleo en las fábricas y no era diferente con los indígenas, cuenta la profesora.
Incluso la Fundación Nacional del Indígena (Funai), cuya misión es promover los derechos de los indígenas brasileños, se enfrenta a prejuicios y es consciente de la situación de los indígenas que viven en las ciudades, comenta Riley Mendes, coordinador regional de Funai Roraima.
Amazonia
Hace mucho la selva amazónica dejó de ser el hogar de miles de indígenas. La escasez de alimentos, la deforestación y el avance de las ciudades hacia regiones anteriormente boscosas son algunos de los factores que llevaron a los miembros de los pueblos tradicionales a migrar a zonas urbanas.
En Manaus, capital de Amazonas, los indígenas están por toda parte. La Fundación Departamental del Indígena estima que entre 15 y 20 mil indígenas de diversos grupos étnicos viven en zonas urbanas de todo el estado. “Creo que el 90% de los barrios de Manaus albergan a indígenas”, informó Raymond Atroari, presidente de la fundación.
Aunque buscan mejores condiciones de vida en la ciudad, la mayoría de los indígenas vive en la miseria y tienen dificultades para encontrar trabajo. Su principal fuente de ingresos proviene de la venta de artesanías. “Las comunidades suelen estar ubicadas en áreas de riesgo. Nunca es un buen lugar”, dijo el jefe indígena Moisés Sateré, líder de una comunidad en el barrio de Paz, en el oeste de Manaus, hogar de 14 familias.
Salud
Sateré también se queja del difícil acceso a servicios públicos de salud. “A veces no logramos ser atendidos porque muchos profesionales no son conscientes de nuestra realidad y tienen prejuicios sobre nosotros. Cuando se dan cuenta de que pertenecemos a algún pueblo, dicen medio en broma que tenemos que ir a la aldea para ser atendidos o buscar a Casai [Casa de Salud Indígena]. Nos mangonean” dijo el líder indígena.
De acuerdo Ronaldo Barros, de la etnia maraguá, presidente del Consejo Distrital de Salud Indígena (Condisi) de Manaus, las políticas de salud pública están dirigidas a los indígenas que viven en las aldeas. Los que viven en las ciudades se enfrentan a los mismos problemas que el resto de la población. “Ellos compiten por los mismos puestos de trabajo y vías de acceso a servicios de salud que los no indígenas en las zonas urbanas.”
Resistencia
En la opinión del padre Roberto Marie de Zalicourt, del Consejo Indigenista Misionero de Amazonas, si quieren preservar sus propias referencias en la ciudad, los indígenas tienen que unirse. “Hay familias indígenas en todos los barrios de Manaus, pero no son reconocidas, por lo que tienden a perder su propia cultura. Sin embargo, pueden conservar sus rasgos particulares cuando están unidos y organizados.”
Traducción: Lucas Magdiel
Fonte: Indígenas en ciudades brasileñas se enfrentan a la pobreza y al prejuicio
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