En un
final vibrante, Dilma Roussef y Marina Silva se disputan voto a voto las
elecciones más emocionantes de los últimos años en Brasil.
Dilma Roussef 38%* intención de voto. Su reelección significaría la
permanencia de la hegemonía del Partido de los rabajadores, en el poder
durante los últimos 12 años en el país más grande de
Latinoamérica.*Encuesta PUBLICADA EL 23 DE SEPTIEMBRE POR IBOPE Brasil
La elección del
próximo domingo en Brasil será una prueba de fuego para los gobiernos
populistas y de centro izquierda de América Latina, pues se decidirá la
continuidad o el cambio de Dilma Rousseff, tras 12 años de gobierno del
Partido de los Trabajadores (PT).
Si bien la presidenta lidera por
estrecho margen las encuestas, lo más probable es que haya una segunda
vuelta, el 26 de octubre, con Marina Silva, del Partido Socialista
Brasileño (PSB).
En las últimas semanas,
Dilma recuperó el liderazgo, tras el vendaval que significó la aparición
de Marina, que reemplazó a Eduardo Campos, el candidato del PSB
fallecido en un accidente aéreo en agosto, y desplazó al tercer lugar a
Aecio Neves, del Partido Socialdemocrático Brasileño (PSDB). Pero en una
segunda vuelta, el juego de las alianzas le podría arrebatar el triunfo
a la presidenta.
Dilma y Marina conciben modelos muy distintos de país. Estas son algunas de sus propuestas.
Política Internacional
Dilma
continuaría los procesos de integración regional, como el Unasur y el
Mercosur, el acuerdo comercial con Argentina, Uruguay, Paraguay y
Venezuela, y le daría mucha importancia al Brics, el grupo de países
compuesto por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica.
En
cambio, como dijo a SEMANA el sociólogo Emir Sader, el triunfo de
Marina sería “el más amplio avance de Estados Unidos en mucho tiempo,
después de su aislamiento cada vez más grande en América Latina y en el
sur del mundo”. Y el expresidente Fernando Henrique Cardoso señaló en
una entrevista con CNN que “la victoria de la oposición podría
significar una ruptura en la política exterior de Brasil respecto de
Sudamérica” y un alejamiento del modelo chavista. “Marina no tiene esa
visión tan anticuada, está abierta en la cuestión externa”, dijo.
“Un
segundo gobierno de Dilma tendrá la característica de la continuidad,
aunque será más enfático en cuestiones de integración con sus vecinos,
especialmente con Argentina, para que se respeten las reglas del
Mercosur”, dice a SEMANA Guido Nejamkis, director de la agencia de
noticias en español Brasil 247. “Marina tiene una política más
aperturista, de buscar la integración de Brasil con la Alianza del
Pacífico (Chile, Perú, Colombia y México), o ignorar la cláusula del
Mercosur que prohíbe realizar acuerdos de libre comercio de manera
unilateral.
Esto tendrá un carácter conflictivo con los vecinos”,
agrega. Pero a pesar de las promesas de campaña, Nejamkis cree que, en
cualquiera de los dos casos, “se va a imponer más continuidad que
ruptura”.
Economía
Para
Emir Sader, en estas elecciones está en juego “si el modelo de
crecimiento económico con distribución de renta sigue adelante o será
sustituido por modelos de ajuste fiscal, con retracción del Estado y
mayor importancia del mercado”. De hecho, Marina propuso dar autonomía
al Banco Central y Dilma la acusó de crear un “cuarto poder”, de querer
reducir el poder de los bancos públicos, y de promover un aumento de las
tasas de interés, perjudicando a la población.
“Marina
promete una apertura económica muy violenta, busca reducir el peso del
Estado en la economía”, cree Nejamkis. “Las señales de Dilma son de
continuidad, pero hay muchas críticas de la industria, que ha sido muy
perjudicada por la caída de las exportaciones a Argentina y por la caída
del mercado local.”, agrega el analista.
Una
de las principales disputas ha sido la explotación de los yacimientos
petrolíferos de presal, ubicados en la plataforma continental y
descubiertos en 2005, que pueden poner a Brasil en las grandes ligas de
las reservas de petróleo y gas del mundo. Marina, como buena ecologista,
critica esas grandes expectativas y considera que hay que explorar
otras fuentes de energía como la solar y la eólica.
El
otro tema es la continuidad de los subsidios a los sectores más
desfavorecidos. Entre 2001 y 2012, Brasil redujo la pobreza extrema del
14 por ciento al 3,5 por ciento según las Naciones Unidas. La
desnutrición cayó de 19 por ciento a 5 por ciento, y millones de
personas ingresaron a la clase media baja. Clave de esta reducción fue
la Bolsa Familia, una ayuda mensual para las familias pobres.
La
semana pasada, Marina Silva lloró al negar las acusaciones oficialistas
de que terminaría con la Bolsa Familia. La hija de serengueiros
–cosechadores de caucho-, nacida en Acre, uno de los estados más pobres
de Brasil, contó cómo, cuando tenía 8 años, le había preguntado a sus
padres por qué no comían, pues dejaban el escaso alimento para los ocho
hermanos. Irónicamente, la mujer que conoció la cara del hambre, no
puede obtener los votos de los más pobres, entre los cuales Dilma
obtiene 46 por ciento de aprobación, contra 24 por ciento de Silva,
según Ibope.
Nueva política contra vieja política
El
punto fuerte de Marina es su imagen de dirigente honesta que luchará
contra la corrupción, aprovechando el cansancio con 12 años de gobierno
del PT y el desprestigio provocado por escándalos como el del mensalao,
que involucró a los más altos dirigentes del PT y del Congreso.
En
septiembre estalló el último escándalo en la petrolera estatal
Petrobras, sobre el pago de sobornos millonarios a docenas de políticos
por parte de constructoras que ganaron contratos con la empresa, entre
ellos, los presidentes del Senado y la Cámara y el ministro de Minas y
Energía y tres gobernadores.
“Consideramos
a la reforma política como ‘la reforma de las reformas’”, dijo la
candidata opositora, esperando atraer a la clase media urbana que ha
manifestado su enorme descontento en las manifestaciones de los últimos
dos años contra el gobierno de Dilma y contra la realización del Mundial
de Fútbol.
El punto débil de Marina es
su frágil base de apoyo parlamentaria, porque las bancadas mayoritarias
del PMDB y el PT apoyan a Rousseff. La candidata ha prometido que
gobernará con los mejores, independientemente de cuál sea su partido,
pero eso no es suficiente para dirigir la séptima economía mundial y la
mayor de América Latina.
Religión, familia y sociedad
Dilma
es católica en el mayor país católico del mundo y Marina es evangélica
en el país donde más han avanzando las iglesias evangélicas en las
últimas décadas, con una importante bancada de representantes en el
Congreso. “Marina tuvo un apoyo fuerte de la clase media alta urbana no
religiosa, pero de pronto la empezaron a ver no solo como ambientalista,
sino como una militante evangélica, lo cual le ha jugado en contra”,
dice Nejamkis. La candidata retiró de su programa la propuesta de
matrimonio igualitario, lo cual le dio pie a Dilma para presentarse como
adalid en la lucha contra la homofobia, y favoreció una campaña contra
Marina alegando que es una persona débil y sujeta a presiones.
Final abierto
La
aparición de Marina transformó una campaña electoral aburrida y
previsible en una emocionante competencia, donde los contendientes
apelan a todo para ganar. El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva
salió a respaldar a Dilma con fuerza, e hizo llorar a Marina con sus
críticas. Los poderosos empresarios de Sao Paulo, que respaldaban a
Aécio Neves, ahora hacen fila detrás de Marina, que recibe apoyos
poderosos, como el de Neca Setubal, heredera del Banco Itaú, el más
grande de Brasil, que es la coordinadora de su plan de gobierno.
La
virulencia de la campaña ha hecho saltar chispas y lágrimas, con una
Dilma que intenta demostrarse más humana y una Marina que intenta
demostrarse más fuerte. En la segunda vuelta, cuando solo queden en el
firmamento las dos mujeres, la campaña será más pareja. Marina recibirá
los votos de Aécio Neves y Dilma deberá poner a funcionar toda la
maquinaria petista para impedir que el huracán se la lleve puesta.
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